Amigos, no es fácil entender que en este país
sigan existiendo muertos a los que se les ha robado,
además de la identidad, la posibilidad
de que el luto por su desaparición
cierre el ciclo natural y cultural que se les debe.
ENTRE CUNETAS, libro escrito el pasado año,
quiere recordar que política, social, cultural
e históricamente no hemos cumplido con ellos,
con los muertos que están "entre cunetas".
Estos versos van dedicados a todas LAS FAMILIAS,
a los que siguen luchando por la MEMORIA HISTÓRICA
y a los esfuerzos de BALTASAR GARZÓN.
Para empezar, dejaremos los dos primeros poemas:
" MIRAR la tierra, contemplar
su misterio de la misma manera
que se observan los secretos del fuego.
Sentir las brasas
de los huesos sin nombre,
la llama incandescente del cráneo
crepitando en su alzado de inocencia.
Notar de pronto
el frío y el espanto anónimo
en el hogar candente del cadáver.
Palpar el cuarzo de los tuétanos
ya desaparecidos,
igual que se tienta en el aire el hervor
cuajado de la leña.
A las ascuas de las heridas
aún no acude
la materia roñosa
de la memoria silenciada,
ni su ceniza sorprendida sopla
la calderilla ronca
de tanto mutismo cómplice.
A la luz de la greda y a las piedras
abrasadas por la vergüenza
no se acerca
el ácido trémulo de la osamenta,
ni a su espiga reseca el estremecimiento
apagado por piedad, es posible,
tras el tiro de gracia.
Mirar la tierra,
la tumba aterruñada de agonía;
observar en su espacio
la muerte destapada tras el miedo.
Buscar en los despojos
de la historia los pétalos de la luz,
la semilla del silencio sublevado.
Las flores nuevas saben
del alivio del frío y del cobijo
del hielo fértil nacido en la piel
de los asesinados.
La tierra guarda, para siempre,
el calor y los sueños
que le fueron ungidos por la vida.
Mirar su abismo con desprendimiento,
y guarecer sin tiempo
su lluvia cuando escampe."
"ENTRE cunetas,
y según el parte funerario
del bando ganador,
después de tantos tiros de gracia
ejecutados magistralmente
por la cobardía,
no existió, dijeron,
nada de que arrepentirse.
Terrible escondrijo para el vacío,
altar solemne para el hueco,
frente a todo lo que pasó.
Lo que ascendió desde las fosas,
lo que sucedió en realidad
está lleno de respuestas contadas
por el patrocinio axiomático
de los muladares.
Crueles
ejemplos de los altos testaferros
de la sinrazón,
esos panteones de paja envenenada
levantados a los caídos
por el látigo de la cruz malentendida.
¿Qué baraja sin juego
protagonizó la suerte de los desgraciados
a golpes de tantas cartas marcadas?
¿Qué soledad
de boinas capadas por el miedo
atemorizó la sequedad de las noches?
Entre cunetas;
en ese cementerio
sin lápidas, en ese rincón del silencio,
hubo un frío
mineral aquel verano tan largo,
aquel julio agobiante
trenzado de cristales e ilusiones rotas
y de tristes espigas
atragantadas en las úvulas de agosto.
Nadie quiso interpretar con certeza
la cartografía solidaria
de tanto dolor mudo.
Nadie quiso aliviar
la sed de aquellos metros de muerte y angustia,
sin despedidas y bajo la tierra;
su alto ardor aritmético.
Entre cunetas,
a pesar de su asepsia sin ruidos,
hubo un sabor de cal mezclado
con la humedad ardiente de los huesos,
un nicho de sueños donde guardar
la cirugía y el azar
del trébol diletante.
Según consta en la luz estremecida
y en el calendario sin trampas de las flores,
la enfermedad del silencio
y el tiempo transcurrido
deberían ya dar el alta médica
a tantas ocultaciones.
Lo cierto
es que los cuerpos,
baleados por el fanatismo irreverente
y por los ecos de la cobardía,
nunca tendrán el fuego de los crematorios.
Nunca serán donados a ninguna ciencia
que no sea el río de la impostura.
Ni sus mortajas
inexistentes vestirán los trajes
sencillos de cualquier domingo.
Sus óbitos
no celebrarán tampoco los sonidos
de ningún campanario.
Pero tan lejos ya
para hablar del perdón,
de la igualdad o de venganzas,
sabemos que a los desaparecidos
sólo les queda el alzado de su memoria
y el duelo.
Su muerte
no será nunca una muerte doméstica,
ni sus manos cruzadas,
moldearán el espejo que la materia
entrega a quien la deja.
Mientras,
la memoria debida
se quedará esperando
el responso clarividente del sosiego."
¡SALUD Y BUENA JERA!
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