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Siempre al lado de "los lobitos buenos"

martes, 15 de febrero de 2011

COOMONTE, los cuentos y los niños

José Luis A. Coomonte viene jugando desde siempre a ser un escultor, pero él es un fluido creativo que se encuentra transformado y convertido en un niño que busca y rebusca continuamente desde su secuestro en el cuerpo de un señor setentón con barba blanca de abuelo.

                                                         

Los niños como él, son inquietos, preguntones y a veces molestos con sus contínuos por qués, pero el arte, como la filosofía necesitan de todos esos "pesados" preguntones que no se conforman con ser lo que parece que el mundo y la vida les tiene designado.

                                                            
                                           
No somos un formato determinado, a pesar de que los genéticos y los saludables se estén poniendo cada vez más pesados; por eso Coomonte, el fluyente José Luis, se ha inventado un cuento para niños, La rana, el caballo y la maestra, que puesto en prosa por Elena Vicente Mínguez, dibujado por los niños del pueblo de Morille, y editado por ese Ayuntamiento, presentaremos el sábado 19 de febrero a partir de las 12 horas en el Centro de Promoción y Estudios de la Vía de la Plata y del Viaje (CEVMO) de esa localidad.




                        Aquí os dejo la invitación para que os podamos sentir allí con nosotros
                                                     

                                         
                      
     Y como regalo para la ocasión quiero dejaros también un poema-canción sobre los cuentos: ¡Cuántas cuentas, cuando cuentas!que apareció en mi libro para niños Por el aire del árbol:

                             Cuando cuentas ¡cuántas cuentas!
Cuando invento ¡cuántos cuentos!
Cuando inventas ¡cuánto invento!
Pues cuento cuentas e invento:

Una pizca de alegría,
dos disfraces de arlequín,
tres colchones de lunares,
cuatro pies sin calcetín.

Cinco bandejas de nata,
seis caretas de color,
siete patas de pirata,
ocho jabones de olor.

Nueve peines despeinados,
diez días de carnaval,
once gatos sin tejado,
doce bolas de metal.

Trece guantes de colores,
catorce bolas de anís,
quince brincos brincadores,
dieciséis chisgarabís.

Diecisiete primaveras,
dieciocho seis sin sal,
diecinueve papeleras,
veinte agujas y un dedal.

Veintiuna luces rojas,
veintidós tarros de pie,
veintitrés dichos de cosas,
veinticuatro y un olé:

¡Olé!

     

                                          

2 comentarios:

  1. Un regalo precioso. Gracias. De Coomonte digo; De los pocos vecinos que no recibo un "buenos días" un "Dios le guarde". Se nota, y mucho que es artista. Fijate Herminio (Ramos), Agustin (G.Calvo) Antonio (Pedrero) y Felipe, el del Kiosko, también son artistas ... pero me parecen que no se les nota ... tanto

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  2. Es un buen tema para debatir ese del "ensimismamiento" histórico de los creadores, pues parece que el hecho de ser artista, quien así se considere, no debería alejarle de ser buen conciudadano o conviviente.
    Al menos, si por las razones que sean, no se prestan al saludo, habrá que pedirles que nos dejen buenas obras.
    Luego está el tan traído y llevado despiste del artista, yo he conocido a muchos que son así, pero no todos.
    Salud y risas.

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