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Siempre al lado de "los lobitos buenos"

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Comenzamos las IV Jornadas Claudio Rodríguez

Como os he adelantado, mañana jueves comenzamos las Jornadas sobre El lugar de la utopía alrededor de la obra de Claudio.
Un pensador y un poeta nos acompañarán para empezar a desentrañar este interesante asunto. Ya os comentaremos.
De momento os dejamos unas palabras de Francisco Férnandez Buey:

     

"[...]yo me imagino un mundo en el que ha sido condonada la deuda externa de los países empobrecidos, un mundo en el que funciona la utilización por lo menos del 0,7% del presupuesto para la ayuda a los países muy empobrecidos. Me imagino un mundo en el que se aplicara la tasa Tobin a los intercambios comerciales que actualmente siempre son muy desfavorables para los pueblos pobres. Sería un mundo en el que estuviera en vigencia un salario universal garantizado, independientemente de que se tenga o no trabajo. Me imagino un mundo en el que se ha conseguido la soberanía alimentaria en el sentido de que las poblaciones campesinas que producen determinados productos de la tierra se pueden servir de ellos y no son literalmente explotados por las grandes organizaciones internacionales. Es decir, me imagino un mundo más igualitario, un mundo sostenible, un mundo en el que los hombres y las mujeres puedan vivir en paz con la naturaleza y con los otros semejantes, próximos y lejanos, que son diferentes pero que tienen las mismas necesidades que nosotros".

Y un poema,Todos los santos, de Pablo García Baena, referido a este mes de noviembre tan claudiano :



Suena la noche, suena el cautiverio
tenebroso, cadenas arrastradas
por el mármol. Inician las maderas
y el metal la batalla de la orquesta,
la nublada obertura crece suave,
gotea la cera sobre el paño negro.
Si pudieras dormir. Agazapado
el volatín de los timbales salta,
ríe, te trae desnudo hasta la cama,
bufón de cresta roja, cascabeles.
Ya no puedes dormir. Estás conmigo,
ah, vana sombra, aparta tu ternura,
tu torrente de lágrimas: la grave
camelia del oboe se desangra.
Ahí está la mancha. Leve, asciende,
voces humanas, órgano, los tubos
plateados del álamo en el bosque
tienen tu voz. Apaga los blandones,
retira antifonarios. Barbitúricos,
dosis letal de fiebre y laberinto,
tu cabellera flota todavía
por amargos violines del insomnio.
Sube el fagot, el panteón cerrado
ilumina la ojiva de las arpas,
pabilos crujen junto al hueco oscuro.
Humo es el sauce y su atabal ceniza.
Bebe en mi corazón. Cómo estremecen
las lilas, las violas, las sonoras
cajas el ritmo marcan de latidos.
Vuélvete a la pared. Están los sueños
exhumando el espectro. Rosas abren
por las trompas. Estallan las carcasas
de primavera, besos, huellas fulgen.
Duerme. El velorio sigue de las flautas,
pavanas para un tiempo ya difunto,
barraganía inútil del recuerdo.

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