Después de algún tiempo sufriendo una enfermedad incurable, una viejecita -como cualquiera de nuestras ancianas- falleció en la madrugada del domingo. Era de un pueblo pequeño, como suelen ser nuestros municipios, y tuvo su duelo, sus llantos y su despedida; hasta aquí todo tan normal como la vida misma.
Es igual su nombre, la localidad y el dolor, pero como dice Miguel Gallardo en el comic dedicado a su hija y a todos, "María y yo", nuestra querida anciana era "única, como los demás". Tan "única", tan única, que a lo largo de los años había sabido guardar en su memoria todos los poemas, acertijos, murgas y relaciones de "quintos" que su padre inventó y donó a las gentes de su pueblo.
No hace falta nombres, no hace falta lugar, es igual el tiempo, pues en la memoria de las gentes queda ese trabajo anónimo que ha hecho de la cultura lo que es: algo de todos y de nadie.
Y mientras tanto muchos poetas y autores andan a la greña luchando por el eco de sus nombres, y porque suene el silabeo de sus apellidos en los circos de la cultura y entre la impostura de las famas.
"Lo que no muere", ni morirá nunca es la buena gente y su capacidad para darse a los demás, tal y como a ellos, otros antes se les dieron.
¡Larga vida a la humildad!
Mientras tanto, quien no lo haya leído, puede disfrutar con el citado comic de Gallardo.
¡Buen provecho!
Cualquier espacio en el que la falta de compromiso lleve al derrumbe. Cualquier tiempo donde perduren las mentiras con las que nos anestesian. Cualquier silencio que no aspire a ser gozoso, sino dolorosamente entregado. Cualquier... Aún hay muchas cosas por hacer. Desde aquí estaremos en la radio, con la poesía y la música, o a partir de aquellos pensamientos que necesiten hacerse un hueco. Siéntete invitado y: ¡Vete tú poniendo el resto!
No hay comentarios:
Publicar un comentario