Cuando no es el amor con el tal Valentín, es el día del padre, el de la suegra o el del cuñao.
Me da a mi que como sigamos así, y si continuamos encumbrando cualquier cosa, ahora que la cocina de autor está de moda, con el fin de darnos autobombo y por poner sólo un ejemplo, a alguno de los "artistas" de los fogones, le va a dar por celebrar el minuto de la gamba, el día de la cuchara, la fiesta de la espumadera o la onomástica del pelapatatas.
¡Qué manera gratuita de jugar al despiste!
Digo yo que ¿qué cóños tendrá que ver la Poesía con la primavera, y las flores y los colorines?
¿Es que acaso no se escriben y se leen poemas en invierno o en verano?
¿O el personal piensa que los poetas, languidecen, siente, se asustan, se enamoran, se ríen o se encabronan solamente en marzo/abril o en octubre/septiembre?
Basta que den tanto la vara con los días D y las horas H, en este caso de la Poesía, para que nosotros hoy nos salgamos por la tangente, que muchas veces es secante y cosecante, aunque también poética, y nos pongamos trigonométricos y pitagóricos:
¡Viva la hipotenusa al cuadrado igual a la suma de los cuadrados de los catetos!
¡Y vale ya de engañifas: Coño!
¡NO nos olvidemos, y esto es contra lo que hay que luchar todo el año, que a los poetas normalmente sólo los leen los poetas!
¡Salud y risas y para qué las prisas!
Yo leo poesía en el tren, me gusta mucho. Cuando era más joven no leía nada y ahora!
ResponderEliminarMe gusta sobre todo que la poesía sea fría, que haya muñecos de nieve e invierno, trenes, no muchas flores, si acaso moribundas en el jarrón.
Sí, sí. Poesía a ritmo del traquetreo del tren, me parece una buena manera de poder leerla.
ResponderEliminarMe recuerda, como no podía ser de otra manera, a los versos de Agustín García Calvo en su libro Del tren, escrito siguiendo la cadencia y el ritmo juguetón de las traviesas viarias.
Respecto del frío y la poesía, creo que se trata de una buena mezcla contra los colorines que rodean a la impostura poética.