Roberto, como el buen vino, está en espera, porque es un parado ilustre de este Estado del Bienestar que nos globaliza y homologa.
Un hombre chinchado por el exagerado número de paños calientes como los que solemos poner ante tanta mentira circundante.
Por eso respecto del sátrapa Gadafi y de lo que pasa en Libia, Roberto dixit:
"Dice Peter Englund que nosotros somos la consecuencia de este siglo oscuro donde la muerte fue lo corriente. En toda la historia de la humanidad la guerra con más muertos que se conoce fue la franco-prusiana del siglo XIX con 150.000 vidas perdidas aproximadamente. Durante los cincuenta primeros años del siglo XX se disputó un partido de fútbol, con dos partes bien diferenciadas y veinte minutos, en forma de años, de descanso. Durante ese partido, que fue el mismo, murieron al menos cuarenta millones de personas, pues yo me niego a no considerar parte de esta ignominiosa barbarie a todas aquellas personas que en verdad, murieron por las consecuencias directas e indirectas del susodicho partido. Ha sido el siglo de la oscuridad, de la guerra, de la ataxia mental y de la más abyecta evisceración humana.
1914 fue el final, el final de una manera de entender la vida, el final del romanticismo, y por lo que se ve el final de los utópicos. Curiosamente nacieron corrientes, movimientos en esa dirección pero que raramente se los llamaba utópicos. Esa palabra, utopía, su significado, ya había tenido un ilustre defensor cuatro siglos atrás en la persona de Tomás Moro, pero también había sido defendida y ensalzada por Michel de Montaigne, solo que ellos liberaron la parte dogmática y preconizaron la posibilidad de su real puesta en valor. Creyeron, y murieron por creer. Desprendieron la demagogia del sentimiento y lucharon por la ascensión a las alturas morales. Pusieron algunas de las primeras piedras para la construcción de este gran y complejo edificio que es el ser humano. También fueron utópicos Irvine y Mallory en 1924 en su inefable ascensión al techo del mundo, el Everest. Murieron en el intento. Algunos mantienen que lo consiguieron, las pruebas no son tan concluyentes, pero lo que es irrefutable es su contribución para que en 1953 sí lo consiguieran Edmund Hillary y Tensing Norgay. Al final…, valió para algo.
Las verdades duelen, como los insultos, y cuando algo no nos gusta, lo despreciamos, lo calumniamos. Las posiciones personales, son eso, posiciones personales y la defensa de las mismas ha de recaer sobre argumentos sólidos…, como hacía Tomás Moro, independientemente de la certeza de los mismos.
Un personaje al que sigo admirando aún después de su muerte, gracias a su herencia en forma de libros, es José Saramago. He admirado su utopismo vital, la cercanía al mismo en que consiguió vivir por momentos, sobre todo en la parte final de sus días, y dado que, al parecer, la libertad de expresión la otorga la calidad y categoría del personaje público, y yo, obviamente, no soy nadie, haré con sumo gusto y en su memoria, de fiel amanuense: En su excepcional libro Caín, Saramago dice: “Es decir, además de ser tan hijo de puta como el señor, Abraham era un refinado mentiroso, dispuesto a engañar a cualquiera con su lengua bífida, que, en este caso, según el diccionario privado del narrador de esta historia, significa traicionera, pérfida, alevosa, desleal y otras lindezas semejantes”. (sic). Supongo, que ahora mi indignación puesta en boca de un Nobel sí será admitida, o el “hideputa” de Cervantes, otro al que agradezco la cobertura moral que el buen uso de nuestro rico castellano otorga, para que los sensibleros del siglo XXI se fijen en el contenido, en el interior, en lo que de verdad importa y no se queden con la supuesta exposición de insultos gratuitos; corto me quedo y si no, al tiempo. ¡Como cojones queréis que manifieste mi abrumadora e inaudita carga de indignación!
La estolidez de rebaño gobierna todos los poros sociales y humanos. El ciudadano está dotado de una conciencia tan flexible que siempre está de acuerdo con lo que quiere hacer. Eso se llama paz interior, pero también cinismo, también hipocresía, una falsaria forma de existencia que ha conquistado al individuo para mimetizarlo, dirigirlo y dejar exangües las capacidades con las que la naturaleza previamente le dotó.
Decía Upton Sinclair que “es difícil que un hombre entienda algo cuando su sueldo depende de que no lo entienda”. Creo que es una excelente explicación para entender el tipo de sociedades que hemos creado, nosotros solitos, con nuestra única incompetencia. Créanme, somos capaces de eso y más. Me viene a la cabeza Jean Paul Sartre cuando un buen día se preguntó: “¿Quién sabe si el mundo no sería mejor sin los hombres?”
John Maynard Keynes dijo: “Destruimos la belleza del paisaje porque los esplendores de la naturaleza, de los que nadie se ha apropiado, carecen de valor económico. Seríamos capaces de apagar el sol y las estrellas porque no dan dividendos.” Nosotros somos el origen y nosotros somos los culpables, independientemente de que, con permiso y bula del gran Saramago y a su cobijo, hijoputas locos asesinos sean un mal necesario. Autor del delito no es el que lo comete si no a quien beneficia".
Ni que decir tiene que a Rober, y a quien mueve este blog, les encantaría que hiciéseis algún comentario.
Mientras tanto: ¡salud y risas!
No hay comentarios:
Publicar un comentario