así seguimos

así seguimos
Siempre al lado de "los lobitos buenos"

miércoles, 30 de marzo de 2011

Sobre Libia y Gadafi, mi amigo Roberto dixit

El que escribe lo que viene a continuación, no soy yo, es Roberto, un amigo de la buena zona de Toro que envía a Moribundia misivas razonables para que abramos un hueco a sus razonamientos.

Roberto, como el buen vino, está en espera, porque es un parado ilustre de este Estado del Bienestar que nos globaliza y homologa.

                                                   

Un hombre chinchado por el exagerado número de paños calientes como los que solemos poner ante tanta mentira circundante.

                Por eso respecto del sátrapa Gadafi y de lo que pasa en Libia, Roberto dixit:
                                              Ver imagen en tamaño completo


"Dice Peter Englund que nosotros somos la consecuencia de este siglo oscuro donde la muerte fue lo corriente. En toda la historia de la humanidad la guerra con más muertos que se conoce fue la franco-prusiana del siglo XIX con 150.000 vidas perdidas aproximadamente. Durante los cincuenta primeros años del siglo XX se disputó un partido de fútbol, con dos partes bien diferenciadas y veinte minutos, en forma de años, de descanso. Durante ese partido, que fue el mismo, murieron al menos cuarenta millones de personas, pues yo me niego a no considerar parte de esta ignominiosa barbarie a todas aquellas personas que en verdad, murieron por las consecuencias directas e indirectas del susodicho partido. Ha sido el siglo de la oscuridad, de la guerra, de la ataxia mental y de la más abyecta evisceración humana.
            1914 fue el final, el final de una manera de entender la vida, el final del romanticismo, y por lo que se ve el final de los utópicos. Curiosamente nacieron corrientes, movimientos en esa dirección pero que raramente se los llamaba utópicos. Esa palabra, utopía, su significado, ya había tenido un ilustre defensor cuatro siglos atrás en la persona de Tomás Moro, pero también había sido defendida y ensalzada por Michel de Montaigne, solo que ellos liberaron la parte dogmática y preconizaron la posibilidad de su real puesta en valor. Creyeron, y murieron por creer. Desprendieron la demagogia del sentimiento y lucharon por la ascensión a las alturas morales. Pusieron algunas de las primeras piedras para la construcción de este gran y complejo edificio que es el ser humano. También fueron utópicos Irvine y Mallory en 1924 en su inefable ascensión al techo del mundo, el Everest. Murieron en el intento. Algunos mantienen que lo consiguieron, las pruebas no son tan concluyentes, pero lo que es irrefutable es su contribución para que en 1953 sí lo consiguieran Edmund Hillary y Tensing Norgay. Al final…, valió para algo.
            Las verdades duelen, como los insultos, y cuando algo no nos gusta, lo despreciamos, lo calumniamos. Las posiciones personales, son eso, posiciones personales y la defensa de las mismas ha de recaer sobre argumentos sólidos…, como hacía Tomás Moro, independientemente de la certeza de los mismos.
            Un personaje al que sigo admirando aún después de su muerte, gracias a su herencia en forma de libros, es José Saramago. He admirado su utopismo vital, la cercanía al mismo en que consiguió vivir por momentos, sobre todo en la parte final de sus días, y dado que, al parecer, la libertad de expresión la otorga la calidad y categoría del personaje público, y yo, obviamente, no soy nadie, haré con sumo gusto y en su memoria, de fiel amanuense: En su excepcional libro Caín, Saramago dice: “Es decir, además de ser tan hijo de puta como el señor, Abraham era un refinado mentiroso, dispuesto a engañar a cualquiera con su lengua bífida, que, en este caso, según el diccionario privado del narrador de esta historia, significa traicionera, pérfida, alevosa, desleal y otras lindezas semejantes”. (sic). Supongo, que ahora mi indignación puesta en boca de un Nobel sí será admitida, o el “hideputa” de Cervantes, otro al que agradezco la cobertura moral que el buen uso de nuestro rico castellano otorga, para que los sensibleros del siglo XXI se fijen en el contenido, en el interior, en lo que de verdad importa y no se queden con la supuesta exposición de insultos gratuitos; corto me quedo y si no, al tiempo. ¡Como cojones queréis que manifieste mi abrumadora e inaudita carga de indignación!
            La estolidez de rebaño gobierna todos los poros sociales y humanos. El ciudadano está dotado de una conciencia tan flexible que siempre está de acuerdo con lo que quiere hacer. Eso se llama paz interior, pero también cinismo, también hipocresía, una falsaria forma de existencia que ha conquistado al individuo para mimetizarlo, dirigirlo y dejar exangües las capacidades con las que la naturaleza previamente le dotó.
            Decía Upton Sinclair que “es difícil que un hombre entienda algo cuando su sueldo depende de que no lo entienda”. Creo que es una excelente explicación para entender el tipo de sociedades que hemos creado, nosotros solitos, con nuestra única incompetencia. Créanme, somos capaces de eso y más. Me viene a la cabeza Jean Paul Sartre cuando un buen día se preguntó: “¿Quién sabe si el mundo no sería mejor sin los hombres?”
            La Organización de Naciones Unidas, más conocida por la ONU, organización no democrática y clasista donde las haya, en la que un voto en contra, de uno solo de los países, eso sí, los que sí tienen ese derecho de veto, digo, en las que un solo voto en contra tumba cualquier acuerdo en forma de resolución que haya podido ser adoptada por unanimidad de los casi 200 países restantes, bien, esos demócratas han considerado oportuno bombardear, pero sólo un poco, intervenir, pero sólo un poco, un país, Libia, que tiene por jefe del cortijo a un “khan” árabe, el coronel, así se hace llamar Muanmar Gadafi. La resolución 1973 impone una zona de exclusión aérea, permite tirar unas bombitas para defender a la población civil, que Gadafi deje de dar guerra, todo se calme un poquito y que el propietario del 3% del financial times y del 7,5% del mayor banco italiano, Unicredit, prosiga su lucha por la causa, la de la salvación del pueblo libio gracias a su mesiánica existencia y al asesinato de los que piensan, y gracias a las guerras por dios, en este caso, en nombre de Allah, ¡Allah uh Akbar!, que no falte. En ningún momento la resolución famosa pide o nombra la salida del sátrapa. Nada de sentarlo en el ya desolado banquillo del tribunal penal internacional, nada, solo que deje de tirar bombas, hoy, pero ¿y mañana? Nos piden, los plutócratas, y los politicuchos que tienen la retaguardia como la bandera nipona, que no pensemos que hay intereses espurios, ya saben, el petróleo o el gas, que lo hacen por la democracia, pero qué democracia, la de una organización en la que un voto vale más que doscientos, la de quien pretende instaurar una democracia por la fuerza, a bombazos y cañonazos. Simplemente, es mentira…; ¿se acuerdan de la estolidez de rebaño? En el mundo hay más de treinta países cuyos regímenes practican diversas clases de funambulismos que van desde las más diversas autocracias y dictaduras hasta los gobiernos más corruptos, nepotistas y clientelistas pasando por todo tipo de aberrantes formas de subyugar a las poblaciones. Sus caderas se mueven igual, aunque sus bailes sean diferentes, no hay diferencias apreciables, sí peculiaridades entre los protagonistas. Ahí no hay democracia pero ¿a alguien se le ocurre plantearse en esos regímenes una instauración de la democracia a golpe de bombardeo?. De acuerdo que Gadafi es lo que es, aunque algunos lo han descubierto ahora, recuerdo que lleva 42 años en el poder, por los olvidadizos, con la arrogación por su parte de todo lo que pueda poseer el suelo libio, personas incluidas, pero hay otros muchos y ha habido otros muchos que han muerto en la cama, no desprendidos de su latrocinio ni juzgados por sus sistemáticos asesinatos y esclavización de la población. Y ahora, si quieren sí, sojuzguen mi demagogia y mi falta de tacto puesto que democracias ejemplares como Israel ordenan el bombardeo indiscriminado de la población civil de Gaza, civil, sus casas, sus colegios e incluso hospitales, mientras que el que sanciona la orden con su anuencia, su presidente, Moshe Katsav es condenado a siete años de cárcel por violación. Si no hubiera sido judío, o sea, automáticamente antisemita, según su carácter de exclusividad “tolerante”, le hubiera hecho una visita el Mossad para “ajustar cuentas”, que es como ellos solucionan sus problemas. No somos nosotros, el llamado mundo occidental los más adecuados para dar lecciones de nada. Nosotros hemos creado esos monstruos, los hemos alimentado, sustentado y ayudado y ahora para lavar nuestras conciencias queremos bombardear Libia esgrimiendo falacias, pero que visten, como que queremos salvar a la población civil, que será la única que sufrirá cuando volvamos a abandonarlos. En Srebrenica, en Bosnia, también había zona de exclusión aérea  cuando se cometió su genocidio particular. Como siempre volvemos a demostrar que poco hemos aprendido.
            John Maynard Keynes dijo: “Destruimos la belleza del paisaje porque los esplendores de la naturaleza, de los que nadie se ha apropiado, carecen de valor económico. Seríamos capaces de apagar el sol y las estrellas porque no dan dividendos.” Nosotros somos el origen y nosotros somos los culpables, independientemente de que, con permiso y bula del gran Saramago y a su cobijo, hijoputas locos asesinos sean un mal necesario. Autor del delito no es el que lo comete si no a quien beneficia".
Ni que decir tiene que a Rober, y a quien mueve este blog, les encantaría que hiciéseis algún comentario.
                                                   

                                             Mientras tanto: ¡salud y risas!
                                                      

No hay comentarios:

Publicar un comentario